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Algunas razones para acompañar en la pubertad.

Por: Carolina Ramírez, Psicóloga y Educadora Menstrual. @caro_educadoramenstrual 

«Una niña informada es una niña con herramientas suficientes para construir autonomía e identificar las violencias. Una pubertad bien acompañada es una escuela de amor propio y libertad»

La entrada a los siete años tanto de niñas como de niños trae consigo una oleada de cambios físicos y estructurales que afectan emocionalmente y requieren ser acompañados de una forma especial; sin embargo, a causa de la cultura patriarcal vigente en nuestras sociedades, los relatos y mandatos sobre el cuerpo durante esta ciclo de la vida afectan mayoritariamente a las niñas, mientras que los varones la transitan en condiciones más favorables.

Es común identificar, cómo las niñas son hostigadas continuamente por un sistema social y cultural que promueve múltiples relatos negativos en torno a sus cuerpos, la pubertad en sí es un periodo de la vida en donde se expresan los caracteres secundarios de la sexualidad (aparición del botón mamario, crecimiento del vello axilar y púbico, menarca o primera menstruación) habitualmente sucede entre los 9 y los 12 años, estos cambios manifiestan crecimiento y transiciones saludables, sin embargo cada uno de ellos está cercado por un cúmulo de mandatos y relatos violentos que se instalan como tecnologías de género haciendo de este ciclo de la vida una etapa en la que se fractura la autoestima y la autoconfianza y donde se ponen en riesgo sus derechos

Es importante mencionar que los procesos biológicos de las mujeres han sido tratados como enfermedades desde la propia medicina occidental, y es desde allí que las mujeres resultamos padeciendo nuestros cuerpos física, social y culturalmente. Cabe recordar que los primeros filósofos y estudiosos, entre ellos Hipócrates y Aristóteles, en sus tratados del cuerpo humano examinaban el modelo de “cuerpo sano y completo”: el cuerpo del hombre, y desde ahí compararon y describieron el cuerpo “imperfecto y aberrante”: el cuerpo de las mujeres.

En muchos territorios de la América Latina es común la expresión “ya enfermó la niña” para referirse a la experiencia de la menarca. Una mujer por ejemplo nos contaba en uno de nuestros talleres de Educación Menstrual, que cuando llegó su primera menstruación la madre le dijo: “bienvenida al martirio mensual”. Sumado a lo anterior, están los comerciales de televisión y pautas publicitarias que todo el tiempo venden seguridad por medio de las toallas sanitarias descartables, alimentando la creencia de que la experiencia menstrual las hace vulnerables, inestables, en peligro y por ende lo “normal” es sentirse inseguras. 

Sumado a esto, la escuela no representa un lugar seguro para experimentar la primera menstruación o las manchas comunes cuando apenas se está aprendiendo a gestionar el sangrado. Habitualmente es un tema del que poco se habla en el contexto escolar y cuando se hace, generalmente se enfoca exclusivamente en la descripción biológica de los órganos sexuales, que comúnmente es inexacta y precaria; en ocasiones, son las multinacionales de toallas sanitarias las encargadas de proveer la información, y en este caso, la información que representa ganancias para ellos. 

El tránsito puberal resulta ser desconcertante, máxime cuando son pocas las familias hablan de pelos y crecimiento de senos, generalmente las personas adultas deciden sobre el cuerpo de las niñas púber y siguen las normas establecidas: usar brasier e imponer quitarse o dejarse los vellos. La llegada de la primera menstruación sigue sucediendo sin mucha información y en ella generalmente se acentúa el padecimiento en el cuerpo de las mujeres, que puede ser fisiológico o social, es decir, aprendido. Y este último ha sido alimentado y sostenido entre otras cosas por las creencias, tabúes y formas de nombrar el sangrado menstrual. Es entonces que se hace necesario mencionar que la forma como se vive la menarca establece unas pautas en la relación con el cuerpo y con las vivencias menstruales futuras. 

En su libro Cosas de mujeres, Eugenia Tarzibachi hace referencia al respecto: “La vergüenza como estructura primaria de la experiencia vivida de las bio-mujeres encuentra una marca contundente con la primera menstruación, pero se extiende mucho más allá de la menstruación hasta generalizarse en un sentido de inferioridad del sujeto corpóreo femenino” (Tarzibachi, 2017, p. 84). Es preciso pues, que cuando hablemos con mujeres, niñas y otras personas menstruantes de autocuidado, autoestima, autovaloración y empoderamiento sea  imprescindible revisar la relación que se tiene con el sangrado menstrual, y realizar las acciones necesarias para cuestionar, informar, resignificar y acuerpar la menstruación; esta constituye una de las tareas imprescindibles como acompañantes de niñas y mujeres.

La educación menstrual emancipadora adquiere un papel de extrema relevancia en el periodo de la pubertad, es por medio de ella que aseguramos que las niñas púber adquieran la información necesaria para transitar y gestionar las mudanzas de su cuerpo con tranquilidad, una niña informada es una niña con herramientas suficientes para construir autonomía e identificar las violencias. Una pubertad bien acompañada es una escuela de amor propio y libertad. 

Como respuesta a lo expuesto anteriormente el Programa Princesas Menstruantes tiene como objetivo crear espacios educativos y de diálogos y reflexiones que permitan adquirir herramientas para realizar acompañamientos conscientes y revolucionarios; desarrollamos metodologías para la enseñanza de la educación menstrual y materiales pedagógicos y literarios que facilitan a las familias y educadoras abordar el tema de una manera asertiva y cercana a las niñas.

Autora: Carolina Ramírez Vásquez @caro_educadoramenstrual

Bibliografía: Tarzibachi, E. (2017). Cosas de mujeres. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

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